miércoles, 20 de abril de 2011

Basura universitaria

Arenas movedizas, por Carlos Herrera

Basura universitaria

Un acopio de energúmenos borrachuzos
asaltó la capilla de la Universidad Complutense
de Madrid en un muy valiente acto de protesta
por la presencia católica en el seno de la misma.
Otrosí en la Universidad de Barcelona. Ambos
actos, con la sonrisa timorata y cobardona de
ambos rectores. En el caso de la de Madrid unas
cuantas estudiantes meonas escenificaron la
valentía de quedarse en prendas menores junto
al altar mientras articulaban danzas tribales. En
la barcelonesa desplegaron una pancarta mal
redactada en la que reclamaban el carné de
católico para poder acceder a la misma. Ambos
grupos de futuros parados, que parecen directos
herederos de las turbas de los años treinta,
exhibieron la vocinglera ignorancia de los
fanáticos, la ridícula tendencia a la bufonada que
muestran los descerebrados radicales y la
violencia extrema de los intolerantes que
calientan su temperatura intelectual con
calimochos y garrafones.
Toda esa chusma universitaria, la misma que
impide a empujones y griterío la libertad de
expresión en diversas facultades españolas,
decidió violar un derecho fundamental de
cualquier ciudadano en cualquier ámbito social:
el de reunión y el de culto también. La
autoridad, ausente en todo momento, calla como
una puta acomplejada y no se atreve a decir ni
pío. La turba, hoy orgullosísima de su proeza,
justifica su acción con palabras balbucientes y
con medias ideas libertarias, mientras se muestra
dispuesta a continuar con heroicidades
semejantes ante la inacción de quienes deberían,
al menos, decirle complacientemente que eso no
se hace y que no está bien. Los rectores no
sirven ni siquiera para eso. Son unos pobres
mierdas.
El anticlericalismo barato, la nostalgia del
anarquismo incendiario de los peores años de
nuestra historia, ha desembocado en una suerte
de delincuencia organizada por un laicismo
simplón tan del gusto de alguno de nuestros
responsables públicos y en una cobarde reacción
de quienes deberían guardar, al menos, la
apariencia de garantizar los más elementales
derechos. Ya sabemos que no sirven, que están
acojonados, que son unos bobalicones y que
buscan a diario excusas para no ejercer su
autoridad, pero al menos que disimulen algo y
aparenten guardar algunas formas. Matones de
la peor escoria se dedican a insultar a los
estudiantes que dedican unos minutos de su
tiempo a acudir a algún oficio religioso de los
que se celebran casi clandestinamente en
algunas facultades y que no acabo de
comprender exactamente en qué molestan a esta
compleja mezcla de ignorantes y descerebrados,
amigos de escribir en pancartas baratas y en
eructar proclamas sectarias y fascistoides. De
haber una mezquita en la sede universitaria -que
podría haberla sin ninguna objeción-, ninguno
tendría huevos de plantarse en la puerta de la
misma a escupir cualquiera de sus proclamas.
Ahí me gustaría ver a toda esa valiente
muchachada comedora de basura ideológica.
Una sociedad que no sabe respetar espacios
de libertad de culto y conciencia es una
sociedad que no vale la pena, que no es capaz de
articular espacios de tolerancia. Una universidad
que no sabe reaccionar ante la acción chulesca y
bufa de unos colectivos crecidos y desafiantes es
una universidad incapaz de formar individuos
libres, sujetos que en el futuro deberán
comandar una sociedad de emprendedores,
liderar el crecimiento colectivo, edificar el
progreso y fomentar espacios de libre creación.
Si esta excrecencia es la que tiene que edificar la
España del mañana, así los coja confesados a los
que coincidan con ellos.
Sería deseable que los responsables políticos y
sociales que se llenan la boca de libertad y
respeto, cuando no de confesionalidad católica,
organizaran, si tienen lo que hay que tener, un
acto de desagravio y acudieran a algún tipo de
oficio con tal de solidarizarse con los pocos o
muchos que quieran ejercer su derecho de culto
en la Universidad. Y, luego, que los bravos
rectores de ambas universidades propongan a los
valientes alborotadores que realicen un curso de
Erasmus en la Universidad de Teherán. A ver si
hay cojones.

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